El festival Screen me está dando muchas sorpresas, para bien y para mal. El martes día 29 estuve en la proyección Art&Cinema, preámbulo a la mesa redonda que se desarrolló al día siguiente sobre la relación entre el arte y el cine, en el auditorio del MACBA. Según el propio folleto del festival, Lluís Miñarro, Simon Field, Fiona Tan y Marco Müller eran los invitados para establecer esta reflexión a través de obras seleccionadas por ellos mismos que ilustrasen el cruce entre el cine y el arte.
Debido a su reciente nombramiento como nuevo Director del Festival de cine de Roma, todos estaban presentes menos Marco Müller. Si bien la mesa de los ponentes contaba con la presencia de la Directora del festival, no fue hasta la intervención de Lluís Miñarro, último en exponer, cuando se hizo alusión a tan señalada ausencia. Creo que debe recaer sobre la dirección del festival la responsabilidad de asumir este tipo de cambios en la programación, y en cualquier caso, su anuncio debe hacerse al inicio de la sesión y no al final.
Por otra parte, también me decepcionó el sistema de traducción utilizado: comprendo, en los tiempos que corren, el ahorro que supone no contratar a un interprete o evitar los sistemas de traducción simultánea, pero si DOS personas vinculadas al festival asumen la traducción de manera "improvisada", su labor debe ser impecable. Comentarios como "lo siento, pero no tengo nada para tomar notas" o "he desconectado" no deberían producirse. Tampoco creo que la traducción deba funcionar únicamente en una dirección, del inglés al catalán, cuando la audiencia y los ponentes son internacionales. Así, la intervención de Lluís Miñarro se quedó en el limbo del castellano sin ni siquiera suscitar un amago de interpretación "ahora ya es demasiado tarde".
Pero, como he dicho al principio, las sorpresas también son para bien. Cada vez que escribo el nombre Apitchapong Weerasethakul me acuerdo de la primera vez que lo escuché, en una clase con Roberto Cueto en la que los alumnnos estábamos muy serios hasta que un nombre tan evocador nos sacó a todos, incluído Roberto, una especie de risa nerviosa. Pues bien, he de agradecer ahora a la misma organización que he criticado por haber traído la pieza Phantoms of Nabua. Incluída dentro de la instalación del artista tailandés Primitive, esta obra es un ejercicio visual que traslada al espectador constantemente de la oscuridad de una pantalla de cine a la fisicidad del lienzo de un pintor. A través de un juego de luces filmado sin ningún tipo de artificio técnico, Apitchapong convierte una bola de fuego en un balón de fútbol, en una estrella fugaz, en el pincel bermellón de un pintor expresionista. En segundo plano, una pantalla blanca que emerge de la densidad del bosque soporta un desfile de imágenes de color aguamarina hasta que el trazo de pintura roja se funde con los tonos verdosos para terminar ardiendo.
No sé si buscado o no, pero unos minutos más tarde se produce un diálogo precioso entre las paredes del Aita de José María de Orbe y la pantalla en llamas de Apitchapong. En un fragmento reconstruído de su película, de Orbe atraviesa la pantalla del cine que todos estamos mirando para crear una nueva desde dentro de la propia imagen: los tabiques agrietados de la vieja casa familiar se convierten en telones blancos sobre los que se pasean imágenes recuperadas del archivo vasco, o quizá son los espíritus del pueblo de Nabua que han penetrado en la cal de las paredes...
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